*DISEÑO GRAFICO PAINT SHOP PRO*

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    Cóctel amor sinuoso de First Dates

    El cóctel que prepara Matías en First Dates y que tienen colgado en su pizarra de entrada al restaurante del amor.
    Ideal para preparar a tu pareja en San Valentín , o fiestas familiares junto a la piscina...

    Ingredientes
    1 oz vermú blanco 30 ml
    1.5 oz ginebra 45ml
    3 oz zumo arándano 90 ml
    1/2 lima exprimida
    1.5 oz cava 45 ml
    Azúcar para decorar
    Pasos de la receta
    Paso 1
    Las equivalencias son: 5 oz = 150 ml, 1 = oz 30 ml
    Foto del paso 1 de la receta Cóctel amor sinuoso de First Dates
    Paso 2
    Mezclar todos los ingredientes con hielo picado y servir decorado con unas fresas.
    Paso 3
    Podemos coger un plato con azúcar mojarlo con zumo de arándanos y pasar el borde de la copa. Quedará más festivo y vistoso.

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    Edited by Dian - 20/9/2018, 21:19
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    Edited by Dian - 20/9/2018, 22:39
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    Edited by Dian - 20/9/2018, 21:17
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    El enemigo invencible
    Una historia de castillos, príncipes, servidores y combatientes.

    El odio no admite rival… Una fantástica historia
    que te hará reflexionar.
    Erase una vez un castillo abandonado. Antigua morada de

    grandes y generosos reyes. Estaba casi derruido, la humedad hacía
    que las piedras de los muros brillaran ante la tenue luz de algunas
    antorchas. En una parte recóndita de aquella fortificación
    prácticamente arruinada, estaba la habitación del príncipe,
    asegurada dentro de la roca misma de la montaña que le servía
    de cimientos. Y ahí estaba él, solo, mordisqueando sus furias y
    resentimientos. El rostro que alguna vez había sido bello estaba
    lleno de cicatrices, y la crueldad de aquellos ojos era rivalizada
    únicamente por una sonrisa amargada que le daba ese aspecto
    tan feroz como nocturno.
    El soberano esperaba impaciente la llegada del prisionero.

    Había sido una larga cacería. Todas la astucia del príncipe
    (que no era poca) fue necesaria para atrapar a su odiado disidente.
    Las frenéticas tropas habían acosado a su objetivo desde tiempos
    que ya no podía ni siquiera recordar. Sin embargo su adversario
    parecía invencible. De todos los obstáculos que hábilmente le había
    colocado salía siempre librado misteriosamente.
    La corte entera esperaba la acariciada promesa de aquel mercenario:

    “Yo lo mataré”.
    Junto al príncipe merodeaban nerviosos guerreros de un aspecto

    estremecedor. En una esquina, se encontraba un personaje con un
    martillo. Sus golpes eran contundentes, tenía una fuerza portentosa.
    Sus sorpresivos ataques eran de una efectividad sorprendente,
    particularmente ante oponentes de corazón débil. Él había tratado
    de aniquilar una y otra vez al enemigo del príncipe, pero su martillo
    y sus ataques sorpresivos mellaban las fuerzas del contrincante,
    pero no le destruían.
    Mientras el guerrero del martillo daba vueltas por la habitación

    del príncipe, otro mercenario más temible observaba sus manos,
    perfectamente cuidadas. Nadie podría creer que era un guerrero, y
    en eso estaba su fuerza. Su rostro femenino, las maneras dóciles, un
    lenguaje sutil y penetrante eran suficientes para que sus contrincantes
    quedaran rendidos a los pies sus perfumados encantos. Sin embargo,
    tras aquel rostro bello y atrayente había un corazón podrido.
    Había muchos otros servidores y combatientes que también habían

    intentado destruir al enemigo del príncipe. Estaba el gigante de piedra
    que aplastaba cualquier cosa a su paso, la mujer de hielo que
    congelaba cuanto tocaba, la mendicante que robaba todos los
    recursos materiales de sus enemigos y los dejaba sin medios para
    combatir, también estaba la peste, que a los corazones más curtidos
    acababa haciéndolos caer en la desesperación.
    Y a pesar de tan feroces adversarios, el enemigo del príncipe siempre

    había salido airoso de todos los combates. Maltrecho, herido,
    lastimado en lo más profundo, pero vivo, y es que bastaba con que
    quedara un pequeñismo aliento de vida para que volviera a crecer
    y, peor aún, a fortalecerse.
    Todos los intentos habían sido vanos, hasta que llegó un nuevo

    mercenario de una región alejada. Cuando le vieron entrar a la corte
    del príncipe todos se burlaron de él. Su aspecto no tenía nada de
    temible. Parecía un campesino común y corriente. Pasaba
    desapercibido por donde merodeaba. Aquel aspecto ordinario era
    su escudo, más efectivo que uno de hierro forjado. Cuando se
    presentó al príncipe prometiendo que mataría al enemigo todos rieron
    con excéntricas carcajadas. Sin embargo, nadie rió cuando extendió su
    mano y mostró unos pequeñísimos alfileres. El guante que protegía
    las manos de aquel mercenario de aspecto vulgar contenía miles
    de millones de diminutos alfileres. Al instante los arrojó hacia uno
    de los soldados de la corte. Nadie vio aquellas insignificantes agujas
    volar por el aire. Ninguno vio tampoco cómo penetraron la armadura
    del soldado. Ni siquiera la víctima sintió cómo se clavaron aquellas
    puntas afiladas en su carne. El personaje dijo al príncipe “No tengo
    prisa. Puedo matar a tu enemigo como ya he matado a tu soldado.
    Lo ves de pie, y no siente nada. Volveré en seis meses y me dirás si
    crees que puedo aniquilar a tu adversario.”
    Y, efectivamente, pasaron seis meses. El soldado comenzó a

    sangrar a las pocas semanas. Eran gotas imperceptibles. Las puntas
    de los alfileres se habían clavado en su carne creando millones
    de heridas imperceptibles, tan menudas que era imposible verlas y
    por tanto curarlas. El soldado sufrió una agonía larga, aunque
    indolora. Simplemente moría un poco cada segundo. Hasta que un
    día, sin que nadie pudiera evitarlo, el soldado cayó muerto ante el
    irremediable mal que el mercenario había arrojado sobre él.
    El príncipe, con mueca maligna, esperaba ansioso la llegada del

    cautivo, su perenne enemigo había caído en su trampa, creyendo
    que aún estando preso nada podrían contra él. “Muy equivocado”
    meditó el príncipe.
    Las horas de espera fueron largas y llenas de agitación. El mismo

    aire escapaba de los pulmones del soberano que esperaba
    ansioso la llegada del cautivo.
    De pronto, se abrieron las puertas del recinto y los soldados arrojaron

    al centro de la pieza una figura de deslumbrante belleza. Ni
    siquiera los golpes brutales habían podido empañar aquel rostro
    resplandeciente. No era esa belleza lo que enervaba al príncipe, era
    aquel poder que tenía de rejuvenecer a quien tocara, de llenar de
    esperanza el corazón que acariciaba. El soberano del castillo detestaba
    profundamente el brillo que aquel enemigo imprimía en aquellos
    a los que se acercaba.
    El príncipe se puso de pie y se acercó al prisionero macilento.

    Sin tocarlo (no podría soportarlo) le habló muy cerca del oído.
    -Te has burlado de mí. Me has humillado, has hecho lo que has

    querido en lo que me pertenece. Has resistido todos mis ataques.
    El Mal Carácter, con su martillo te debilitó, pero seguiste en pie.
    La ambición con su belleza sensual te arrebató pero no te mató.
    Y lo mismo ocurrió con la Enfermedad, la Pobreza, y con todos
    mis aliados.
    El príncipe sonrió malévolo y mientras caminaba en círculos

    contra su contrincante, paladeando el momento de su triunfo.
    -Creíste que todo lo podías… mmmm… Amor… Amor… –repitió el

    príncipe diciendo aquel nombre casi con asco- ¿Quién te crees
    tú que eres? ¿De donde has salido? ¿Por qué osas meterte en mis
    dominios? ¿No sabes que tengo poder en toda la tierra? ¿No sabes
    que soy mas astuto, más viejo, más inteligente y más poderoso
    que tus seres humanos, a los que tanto cuidas? Amor… Qué nombre
    tan repugnante. “Nada puede contra el amor” –dijo el príncipe
    con expresión burlona- “El amor lo puede todo, el amor rompe
    barreras” ¡Basura! –la expresión del príncipe se volvió rabiosa
    y atroz y mientras hablaba sus manos temblaban de la ansiedad
    con las que las pronunciaba. “Este es MI tiempo, MI momento,
    MI mundo…”
    El príncipe se desplomó pesadamente en su trono.

    -Pero ha llegado tu fin. ¡Traigan al mercenario!

    Las órdenes fueron cumplidas de inmediato, y ahí apareció la

    ordinaria figura del interesado. Caminó hasta donde estaba
    el amor. Con rostro flemático le observó.
    El príncipe dijo entonces “¡Hazlo!”. El guerrero de aspecto normal

    metió su mano enguantada en una bolsa y extrajo una miríada de
    sus artefactos mortales. Hizo el ademán necesario para arrojarlo
    cuando el príncipe interrumpió la ejecución.
    -¡Espera! Antes de que lo hagas… ¿Cuál es tu nombre?

    El combatiente ordinario solo pronunció dos palabras.

    -La rutina.
9 replies since 15/8/2013
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